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Ramón Peralta

En nuestra entrega pasada dijimos que ya para los años 1970s, el poder del dinero ya comenzaba a invadir de manera desproporcionada el sistema electoral norteamericano. Esa tendencia empezó a tomar fuerza en los años 1980s con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia. Para esa época, las regulaciones que ponían límites a la contribución monetaria a los partidos comenzaron a derrumbarse y por supuesto, se abrieron las puertas a la formación de grupos independientes de los partidos, que prácticamente asumieron la mayor responsabilidad en las finanzas de las campañas electorales. A la vez, eso trajo como consecuencia, que el financiamiento de las campañas políticas cayeran en manos de grupos privados, los que al mismo tiempo determinaban hacia dónde iba el dinero del gasto electoral.

El dinero pasó a ser el asunto mas importante en las campañas políticas, ya que con él no solo se compraban espacios publicitarios en los medios sino también la voluntad de los políticos. La organización de una campaña por cualquier aspirante a cargo electoral comenzó a depender por encima de todo del dinero, lo que a su vez determinaba el alcance de su mensaje en la población. Eso llevó a que los candidatos se enfrascaran continuamente a buscar donantes a como diera lugar y a entregarse a los propósitos políticos de éstos.

Al margen de los partidos políticos establecidos, surgieron grupos privados conocidos por sus siglas en inglés PAC (Comités de Acción Política), cuya misión era colectar dinero para impulsar la campaña de aquellos políticos que obedecieran a sus intereses. Aunque las organizaciones obreras también organizaron sus PACs, estos eran reducidísimos en comparación con aquellos apoyados por las grandes corporaciones, que comprendieron la importancia de estos para lograr sus objetivos económicos-políticos. A mediado de los 1980s habían alrededor de 261 PACs de obreros y 2,182 patrocinados por grandes corporaciones. Desde luego, estos últimos estaban mas inclinados a favorecer los planteamientos conservadores que beneficiaran sus intereses económicos. Además de los PACs, otros tantos grupos privados comenzaron a participar en el juego político para impulsar sus intereses, sobornando a los políticos y haciendo de estos sus incondicionales seguidores.

 

Pero donde se desbordaron las aguas de la corrupción del dinero en el sistema político americano,  fue cuando la Suprema Corte pasó en 2010 su decisión conocida como “Citizens United”. Esta resolución daba a las corporaciones los derechos de la Primera Enmienda como si trataran de individuos, es decir, que las acciones de las corporaciones en las campañas políticas estaban protegidas por el derecho de la libre expresión. En otras palabras, las corporaciones desde ese momento pasaban a ser consideradas como personas con el derecho de influir en las elecciones y en otros aspectos de las decisiones de gobierno, convirtiéndolas en super poderes y por tanto, capaces de pasar por encima a los mas elementales derechos del resto de la ciudadanía. No hay lugar a dudas, que “Citizens United” y sus concesiones a las corporaciones no fue mas que una bofetada en la cara a la democracia americana y a la igualdad del ejercicio del derecho político de su ciudadanía.

En la próxima entrega veremos como estas decisiones permiten al gran dinero su influencia en el proceso electoral y en las tomas de decisiones del gobierno.


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