¿Vandalismo o hastío?

 

Los actos de violencia ocurridos los días 30 y 31 de mayo en Grand Rapids, durante las protestas contra los abusos policiales, han sido severamente condenados por las autoridades de la ciudad, los comerciantes y la mayoría de los lideres de organizaciones empresariales del condado de Kent.

Nadie está de acuerdo con la destrucción de propiedades.  Nadie quiere que eso ocurra, porque dañar no es nada constructivo y lo que no aporta quita.

El Departamento de Policía de Grand Rapids y el fiscal del condado Kent, Chris Becker, han saltado como sabuesos contra liebres a la caza de los autores de los desmanes, que dejaron además de decenas de negocios destruidos y convertidos en ruinas las paredes y las ventanas del edificio de la uniformada en el centro de la ciudad.  Sin dejar de mencionar las tres vehículos policiales que fueron reducidos a ceniza.

A nuestro entender, la actitud de las autoridades al igual que los daños, no aporta nada para resolver de raíz los problemas que generan esos males.

Los culpables de esos desmanes no son solo los que rompieron los cristales, son primordialmente las autoridades policiales que no admiten sus errores y a ver que estos disturbios los causaron ellos mismos al no prestar atención a un reclamo que lleva décadas sin solución y que se repite con las mismas vanas explicaciones de los supuestos protocolos policiales.

Los teléfonos celulares, con sus fantásticas cámaras de video, están actuando como los ojos del pueblo, denunciando con pruebas irrefutables lo que antes se negaba ante el público.

Los disturbios ocurridos en Grand Rapids no se van a evitar encarcelando jóvenes manifestantes, descargando en ellos la rabia de lo ocurrido.

Se van a evitar cuando se terminen los abusos de algunos agentes policiales que llevan el racismo en sus genes y andan por las calles supuestamente poniendo el orden.

El año pasado fue evidenciado un acto de racismo y franca discriminación de un capitán de la policía de Grand Rapids contra un veterano de origen hispano.  Ese oficial, llamado Cur Vanderkooi, todavía sigue ahí prestando servicio y en cualquier momento puede actuar motivado por sus oscuros sentimientos como lo han hechos otros oficiales contra personas de color o de origen latino. O peor aún, como lo hizo el oficial Derek Chauvin de Minneapolis, quien cegó la vida de George Floyd.

Somos de la firme convicción de que los Departamentos de policía deben abocarse a revisar sus protocolos o métodos de actuar ante la población civil, y depurar de sus filas a todos los oficiales que se sospeche que tienen sentimientos racistas porque esa, es la única forma de evitar los disturbios. El vandalismo no siempre es un acto de delincuentes, es también el recurso de los pueblos hastiados de maltratos y abusos.