Una mala idea de la policía de Grand Rapids

 

Luego de los incidentes, tal vez inevitables, que ocurrieron los días 30 y 31 de mayo en los que decenas de establecimientos comerciales y varios edificios públicos resultaron parcialmente destruidos, el Departamento de Policía de Grand Rapids anunció la apertura de una página de Internet en las que invitaban al público a compartir fotografías que permitieran identificar a los autores de los destrozos para arrestarlos y someterlos a la acción de la justicia. Una muy mala idea.

Durante los hechos de violencia un camarógrafo del canal 8 de televisión fue agredido por un grupo de revoltosos que se aprestaban a vandalizar los cristales de un negocio tras los cuales se encontraba un cajero automático o ATM.

Los reporteros tenemos el deber de llevar a nuestros lectores, televidentes, radioyentes o seguidores de paginas web y sociales, las informaciones importantes en torno a los hechos que ocurren en la sociedad.  No somos informadores de la policía, ni de ningún organismo de seguridad pública, porque si lo fuéramos dejaríamos de ser testigos de la historia para convertirnos sujetos de ella, pero en uno de los roles mas indignos.

Con la apertura de su portal, la policía de Grand Rapids puso en peligro a todos los fotógrafos y camarógrafos de los medios de comunicación, así como a los reporteros en cuyas libretas reproducen todo de lo que son testigos sus ojos y todos sus sentidos.

A partir de esa mala idea, cualquier individuo que por una causa que no siempre es cuestionable, vandalice una propiedad en gesto de protesta, indignación, o sencillamente delincuencia, verá en el reportero a su fiscal, el enemigo o testigo ocular y gráfico de sus actos, y no hay razón para dudar que actúe con violencia contra éste, y que esa acción secundada por una pluralidad humana con la adrenalina elevada de una multitud, ponga en peligro la vida del periodista.

La búsqueda de culpables en acciones grupales violentas, motivadas por problemas de carácter social, no es una forma inteligente de calmar los ánimos y evitar la concurrencia de éstas.  Por el contrario, es una firma de sentencia de terror que en cualquier momento los grupos sociales decidirán enfrentar cualquiera que sean las consecuencias.

Convertir a los reporteros  y a los curiosos que graban en sus celulares todo lo que ven, en informadores de la policía, es enfrentar a los que se excedieron en sus actos o cometieron delincuencia con el pueblo y con la prensa.

Las hordas humanas que emanan de la lucha por los derechos o la indignación por los abusos de los que tienen la autoridad contra la población civil indefensa, no son sumarios para fiscales ni jueces, son los resultados de descomposiciones sociales en las altas esferas de la administración de justicia y la ausencia de igualdad de derechos y oportunidades.

Mientras las autoridades no acaben de entender que en nuestra sociedad sigue viva, pero solapada, la segregación racial, el desprecio a los que no lograron sus sueños y que un sátrapa que se hizo presidente llama “perdedores”, no encontraremos el camino hacia la sociedad y los sueños que decimos que tenemos para sentirnos excusados de nuestra indiferencia.

Los periodistas no somos informadores de la policía, no nos entrenamos para eso.