Parte II

Por Ramón Peralta

En nuestra entrega anterior decíamos, que en los presentes momentos se ha despertado una corriente, dentro del movimiento conservador, con el objetivo de rechazar en el análisis de la historia todo aquello que tiene que ver con la participación de los grupos minoritarios y con el papel desempeñado por la esclavitud y el racismo en el proceso histórico americano. En ese sentido, se quiere eliminar de la enseñanza de la historia todo lo que ellos consideran “negativo” porque con eso se pretende “envenenar” las mentes de nuestros niños.

Aunque dentro del circuito académico está bien claro el análisis del pasado, grupos ajenos a la enseñanza de la historia  e impulsados por intereses eminentemente políticos, quieren hacerlo cambiar. Para eso, están usando los mecanismos de poder que están en sus manos para obligar a maestros y el personal de enseñanza a seguir los mandatos de sus creencias y caprichosas interpretaciones de la historia, sobre todo, aquellas que por años han reafirmado la supremacía blanca en la historia americana. Pretenden además, presentar un pasado donde el mito tiene  predominancia sobre la realidad de lucha cruel en que se fundó la nación. El racismo se considera un pecado, no de aquellos que lo usaron, sino de los que lo sufrieron y que todavía hoy lo sufren.

Enseñar la realidad histórica como sucedió va a ser penalizada hasta el punto, que los maestros que se apeguen a enseñar a los estudiantes la verdadera realidad del pasado, van a ser penalizados, tal y como ocurrió en aquellos países sometidos por regímenes de fuerza y donde la supremacía de un grupo se imponía como doctrina. Ya la legislatura del estado de Tennessee aprobó una disposición que prohibirá que los maestros usen materiales de la historia  donde se toque la idea del racismo o el sexismo. El gobernador del estado de Idaho firmó una ley donde se contempla la prohibición de enseñar conceptos históricos que enfaticen la división basada en la raza, etnicidad, sexo y todo aquello que sea contrario a la unidad de la nación. En dichas proclamas,  que ya hoy la sostienen cerca 22 estados dominados por los Republicanos, se vuelven a enarbolar “los peligros” de ideas que creíamos superadas y que fueron usadas para sembrar el temor durante la llamada “Guerra Fría”. Nos referimos al “comunismo, socialismo y marxismo”. En ese sentido, un crítico refiriéndose  a la teoría de la historia crítica expresó, que ésta era “una reformulación de la versión marxista de la dicotomía entre el opresor y el oprimido, promoviendo el conflicto de clase, enfrentando grupos contra grupos.” Nada mas lejos de la realidad.

La teoría crítica del análisis de la historia, según Angela Sailor una líder conservadora, “es un completo rechazo de las mejores ideas de los fundadores americanos. Esta es una peligrosa y venenosa filosofía…” Estas ideas de rechazo a la historia crítica han encontrado como mayor vía de difusión los medios sociales, donde la mentira y las posiciones ultraconservadoras son aceptadas quasi como mandatos religiosos. 

De acuerdo al ex presidente Obama, quien fue atacado por sectores conservadores por dar apoyo a la idea de la historia crítica, el movimiento de rechazo se debe a que hay grupos a través de los medios incentivando el miedo y resentimiento a la población blanca que está observando un cambio  demográfico en América y por tanto, quieren que estos vean eso como una amenaza a sus vidas. El fin,  es infundir miedo de que si se pone de manifiesto la existencia del racismo y lo que significó en la historia del país, eso va a crear entre los niños blancos un sentido de culpabilidad por lo que sucedió en el pasado. Sin embargo, lo que se pretende con una enseñanza realista de los hechos del pasado, es todo lo contrario: es desmantelar el mito de que la práctica del racismo nunca existió en el país y que millones de hombres y mujeres no sufrieron la opresión de la discriminación. Negar esa realidad es querer, como dice el refrán, tapar el sol con un dedo. Es necesario llegar al reconocimiento de esta realidad para conducir a América a la reconciliación que hoy tanto necesita de su pasado y no hay mejor manera de llevar a cabo esta misión que a través de la enseñanza imparcial de la historia.