Por Ramón Peralta

Recientemente un grupo de periodistas investigadores de varias organizaciones de periódicos mundiales sacaron a la luz pública, con el nombre de Pandora, la manera de cómo un sin número de políticos y millonarios depositan sus dineros en lugares fuera de sus países para evitar pagos de impuestos y para esconder riquezas, ya sean legítimas o no.

El asunto, que desde 1970, ha llamado la atención de especialistas del área, vuelve a renacer cuando un grupo de periodistas desempolvó alrededor 11.9 millones de documentos conteniendo informaciones financieras de personas privadas y políticos. Este descubrimiento se añade al que hace 5 años salió a la luz pública con el nombre de “Papeles de Panamá” y donde salieron a relucir cuentas de numerosos individuos privados y políticos involucrados en este tipo de actividad para esconder informaciones sobre sus actividades financieras.  Hasta ahora aparecen en Pandora cerca de 130 billonarios y 330 funcionarios públicos de 90 países. Las cuentas ascienden a varios trillones de dólares.

Entre los lugares mas conocidos donde se asientan estas empresas financieras se encuentran: Suiza, Singapur, Chipre, Belice, Islas Vírgenes y otros lugares, incluyendo varios  estados americanos, donde se han pasado leyes para proteger secretos financieros.

Las cuentas fantasmas por supuesto pertenecen a celebridades, líderes políticos, religiosos, empresarios y comerciantes. Muchos de estos personajes provienen de países donde prevalece la pobreza y escasean los recursos para hacer frente a necesidades perentorias de la sociedad. Además de usar mecanismos corruptos para enriquecerse, privan a sus sociedades de los impuestos que esas riquezas generan, enviándolas fuera de sus países. De manera que la corrupción es doble: por un lado, algunas de esas riquezas son mal habidas; y por otro, no permiten al menos que sus países se beneficien de los impuestos que debían pagar.

Lo penoso del escándalo despertado por el caso Pandora es que, como en otras ocasiones, las denuncias se quedarán impugnes, ya que, los delincuentes poseen mecanismos en sus manos para evadir las sanciones correspondientes, por el hecho de que un sin número de ellos son líderes políticos en el poder en sus respectivos países, y otros, pertenecen a grupos económicos con suficiente capacidad de influencia para poner a los gobernantes a sus pies.

El oscuro mundo despertado por Pandora pone al descubierto otro problema, que grupos de economistas han denominado “polarización de las riquezas”, o sea la concentración de las riquezas de los países en un  pequeño grupo, elevando la desigualdad a su mas alto nivel. Esa realidad se hace mas patética en aquellos países llamados subdesarrollados donde la pobreza tiene una marcada presencia y los recursos de las políticas sociales de los gobiernos se hacen mas necesarios para combatir la desigualdad. Esos dineros que los super ricos envían a playas extranjeras son los que se necesitan para pagar mejores salarios a los maestros, servidores públicos y obreros, y así elevar las condiciones de vida en esas sociedades menos desarrolladas.

Otro elemento que pone de manifiesto el escándalo Pandora es, la fragilidad institucional de las llamadas “democracias” donde la corrupción campea por sus predios, como lo revelan la larga lista de funcionarios y políticos que aparecen en el reporte. Los ciudadanos que cada 4 o 6 años son arrastrados a los carnavales electorales ordinariamente no están al tanto de estos escándalos y si lo están, no comprenden sus implicaciones y por eso, los políticos corruptos siguen manejando la cosa pública sin ningún problema. Ojalá que las denuncias de Pandora no queden impugnes y que se lleguen a penalizar aunque sea algunos de los violadores.