Por Ramón Peralta

No eran mis hijos. Ni los hijos de mis amigos. Ni los hijos de mis vecinos. Pero sí eran seres humanos y eso conmueve y estremece mi alma. Seres inocentes. Sentados en una escuela para alimentar sus espíritus y así alcanzar una mejor vida. Entonces vino un asesino y con un arma mortífera les enseñó la muerte y troncó sus vidas. Una de esas armas, que, según el mandamiento de seres sin conciencia, son el instrumento por excelencia de la “libre expresión” y la falsa interpretación de la Segunda Enmienda. ¡Qué barbaridad!

¡Hasta dónde hemos llegado! en la nación que se dice llamar la más libre del mundo y donde se ha llegado hasta la cínica y descarada idea que poseer un arma es una expresión del “libre pensamiento”. ¡Qué diablo tiene que ver un arma con el libre pensamiento! Creo que hemos caído en el fondo del océano y más bajo no podemos ir. La ley de la selva no podía llegar más lejos.

Pero lo más desconcertante del asunto es, que la consigna de que las armas son la expresión del “libre pensamiento” esté siendo promovida no solo por aquellos desaprensivos que cometen los criminales actos, sino por nuestros “distinguidos” legisladores y jueces, llamados a conducir la sociedad por los caminos de la civilidad y el derecho.

Ya son muchos los actos de asesinatos para que todavía nuestros legisladores y gobernantes estatales sigan inmutables para tomar una decisión y parar desde ya el acceso incontrolado a las armas. Muchas son las vanas excusas que se han puesto para no actuar, principalmente de que el problema se debe a la situación mental de los que cometen los asesinatos, como lo expresó el “honorable” gobernador de Texas Greg Abbott. Pero cabría preguntarse, ¿podría un loco o desquiciado mental llevar a cabo una matanza colectiva sin un arma mortífera en sus manos? La respuesta, como dice el refrán, “se cae de la mata”, no. También la gente de juicio sano se pregunta, ¿cómo es posible que en este país cualquier persona, no importa su edad, condición mental, económica y educativa pueda adquirir un arma como compra una manzana o una tortilla sin que tenga que aportar los mínimos requisitos?

La respuesta a esta pregunta es harto conocida. Nuestros distinguidos legisladores y desaprensivos políticos a los que más les importa su permanencia en el poder que la salud y la paz de los ciudadanos, hacen oído sordo a los reclamos y los gritos de los sectores más sanos de la sociedad para que se pongan estrictos controles a las ventas de armas y se sigan evitando estos lamentables y bochornosos actos de asesinatos de niños y personas inocentes. Pero ya se sabe por qué no actúan, sus campañas políticas son financiadas por la industria de las armas y no otra cosa es lo que ha determinado su silencio e inacción aun cuando siguen sucediendo actos tan trágicos como el que acaba de suceder en Texas, que ya son tan frecuentes que solo un alma carente de humanidad puede quedarse tranquila ante tal espectáculo. Como los falsos y cínicos actores, los benditos políticos apelan al lamento como ahora lo hacen pidiendo oraciones a través de los medios dizque para traer consuelo a aquellos padres y familiares devastados por la tragedia, pero de acción concreta a tomar nada dicen. Por tanto, solo nos queda por exclamar ¡Oh, América hacia dónde nos conducen tus políticos!