La democracia al estilo republicano
Si este editorial se escribiera un siglo antes, o en España a principios del siglo 20, al decir “los republicanos” nos estaríamos refiriendo a los sectores políticos más avanzados de la sociedad. Pero como no estamos en ninguna de esas fechas o lugares, sino en Estados Unidos en el siglo 21, nos estamos refiriendo a los sectores más atrasados, política y socialmente, de la sociedad americana.
Para los políticos republicanos (y nos referimos a los más conservadores, como los seguidores de Donald Trump), los principios básicos de la sociedad democrática que son igualdad, libertad y derechos, significan lo mismo, pero para sectores diferentes.
Al igual que la sociedad de la antigua Roma, donde los ciudadanos gozaban de esos principios, pero no los “no romanos”, o los esclavos, ellos consideran el principio de la igualdad solo entre blancos americanos, excluyendo las minorías a menos que se hagan necesarias en determinadas circunstancias; ven la libertad, como un privilegio del que puede ser despojado con facilidad un negro o un inmigrante; y los derechos un regalo, muestra del “gran corazón caucásico”.
Para ellos, lanzar una multitud a invadir el edificio del Congreso en Washington por estar en desacuerdo con el resultado de las elecciones, es el ejercicio de un derecho, no un acto vandálico. Por eso, los legisladores del GOP se opusieron al nombramiento de una comisión para investigar los hechos y establecer responsabilidades.
Para ellos, las órdenes ejecutivas de la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, para controlar la pandemia, eran acciones en contra de la libertad ciudadana. Claro, que si hubieran partido de un gobernador republicano, hubieran sido consideradas “imprescindibles”.
Para estos políticos, el mapa electoral de los estados, no tiene que responder al derecho cívico de elegir y ser elegido o el de ser representado, sino al derecho de ellos de ocupar las bancas legislativas aún sea dejando atrás a millones de electores. Como consecuencia de esa firme convicción de ser los propietarios del país y sus latitudes, ciudades como Grand Rapids, no tienen un representante Washington, tienen dos vecinos republicanos que supuestamente hablan por ella. Los distritos 2 y 3, dividen la ciudad convirtiéndola en una minoría de dos extensas zonas rurales donde los republicanos son mayoría electoral. Eso explica porqué, una ciudad de mayoría de votantes jóvenes y liberales, tiene dos representantes conservadores republicanos.
Ese juego con la geografía electoral para los republicanos no es una violación al derecho ciudadano, sino una distribución necesaria para mantener la hegemonía conservadora, caucásica y americana.
Para los políticos republicanos el presidente no es el jefe del gobierno federal si quien está en la Casa Blanca no es de su partido. En ese caso, quien gobierna es el Congreso, controlado por ellos por obra y gracia de la distribución de los distritos electorales.
La administración de Barack Obama no pudo llevar a cabo sus promesas electorales debido a la fuerte oposición del Congreso, y aún las pocas medidas que logró pasar como el llamado Obama Care, son perseguidas por impugnaciones en las cortes federales.
La semana pasada el gobernador de Texas, republicano por supuesto, se adjudicó la función federal del controlar la frontera con México y anunció la erogación de cientos millones de dólares de ese estado para terminar el muro que inició Donald Trump. También firmó una ley para liberalizar la venta y compra de armas sin permisos, un sello de la democracia al estilo republicano.
