Por Ramón Peralta
Durante el período conocido como de la Guerra Fría, Estados Unidos dio su apoyo en América Latina a múltiples regímenes dictatoriales, con el fin de proteger la región de lo que se dio en llamar la amenaza “comunista”. Así, en nombre de esa estrategia política, Estados Unidos abrió el camino del poder a numerosos dictadores que sembraron el terror por largos años en la región y se proclamaron defensores de la “libertad” y la “democracia”. Dentro de ese contexto surgieron entre otros, los siguientes dictadores: Rafael Trujillo, Anastasio Somoza, Marcos Pérez Jiménez, Fulgencio Batista, Francois Duvalier, Domingo Perón, Alfredo Stroessner, Rafael Videla, Gustavo Rojas Pinilla, Hugo Banzer, Carlos Castillo Armas, etc. La vigencia de estos gobiernos trajeron como consecuencia miles de muertos, presos, torturados y un estado de represión sin precedentes.
Durante el período de 1960s y después del impacto causado por la Revolución Cubana, comenzaron a despertarse movimientos políticos de cortes liberales que trajeron la esperanza de cambios políticos en las sociedades latinoamericanas. La transición conllevó períodos de lucha donde se conjugaron numerosas tendencias y movimientos, algunos de ellos reflejando genuinos intereses en producir cambios que condujeran al mejoramiento social y económico de las masas mas empobrecidas, que fueron las mas sufridas durante los gobiernos dictatoriales que gobernaron la región. Uno de esos gobiernos fue el encabezado por el Movimiento Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua, que después de una fuerte lucha echó abajo la dictadura de la familia Somoza.
Durante el primer gobierno sandinista y debido a su tendencia centro izquierda hubo de enfrentar los ataques de los gobiernos americanos, que lo consideraban como una amenaza a sus intereses y aliado al bloque soviético. Los constantes ataques de corte militar lograron desestabilizar el gobierno sandinista, dando lugar al retorno de un gobierno conservador encabezado por Violeta Chamorro, viuda de Pedro Joaquín Chamorro, periodista nicaragüense que había sido asesinado durante la dictadura somocista.
El gobierno de la Chamorro no respondió a las expectativas de las masas nicaragüenses, lo que dio lugar al retorno de nuevo al poder del movimiento sandinista, encabezado nuevamente por su líder Daniel Ortega. La vuelta al poder de Ortega trajo recelos en varios líderes del movimiento sandinista, quienes fueron relegados y echados a un lado y comenzaron a ver en éste la imagen del típico líder caudillista, con aspiraciones de perpetuarse en el poder, pasándole por encima a las estructuras políticas del movimiento. Eligió como compañera de la presidencia a su propia esposa. Eso dio lugar a que prácticamente Daniel Ortega asumiera el control personal del movimiento sandinista y a la vez, tomara en sus manos las riendas total del gobierno, como lo hicieron los viejos dictadores del pasado bajo la mascarilla de la “democracia”. Ya ha estado en el poder cerca de 24 años y pretende continuar apelando a la distorsión del proceso electoral, la represión de sus opositores y miembros del sandinismo, y echando por el suelo los ideales que sirvieron de base al movimiento liberador sandinista.
Hay quienes quieren justificar las acciones de Daniel Ortega amparados en la percepción de un falso izquierdismo, sin tomar en cuenta que de continuar así, Nicaragua podría volver a los viejos senderos del conservadurismo y el atraso político. De manera que, las acciones de Daniel Ortega merecen el repudio de todos aquellos que en un momento vieron en el movimiento sandinista la esperanza de una nueva Nicaragua y no el retorno de un nuevo caudillo.
