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Parte I

Por Ramón Peralta

Dentro de las acostumbradas peroratas a las que constantemente apela el Presidente Trump, afirmó recientemente, que la historia del país está siendo distorsionada, debido a que tanto en los textos escolares como en los medios, se están “adoctrinando nuestros niños a través de los textos escolares de historia con el destronamiento de nuestros héroes.” Como consecuencia de esto dijo, que creerá una comisión para establecer una “educación patriótica”, ya que hay que enfrentar a lo que consideró un “adoctrinamiento de izquierda” que intenta demoler la herencia estadounidense y añadió: “Las turbas de izquierda han derribado las estatuas de nuestros fundadores, profanando nuestros monumentos y llevado a cabo una campaña de violencia y anarquía…” Según Trump, “la izquierda ha deformado, distorsionado y profanado la historia estadounidense con engaños, falsedades y mentiras.” También rechazó que Estados Unidos haya sido fundado sobre el principio de la opresión.

Las palabras del Presidente nos recuerda aquella vieja concepción, todavía aceptada por algunos sectores populares y que hace años está en desuso en los centros académicos, que la historia es un cuento para recrear nuestras mentes y en el que se nos narran las hazañas de aquellos “héroes sin manchas” que propulsaron las luchas patrióticas y a los que deben tratarse no como seres humanos producto de una realidad, si no como si fueran santos bajados del cielo.  

Esa idea de la historia como cuento, comenzó a ser depurada desde los finales del siglo XVIII con el surgimiento de aquel movimiento, que tuvo su raíz en Francia y que se denominó la “Ilustración”. Ya en los siglos precedentes, es decir, el XVI y el XVII, con la aparición de la filosofía racionalista, se abrió el cuestionamiento de los viejos dogmas y cánones religiosos que dominaron el conocimiento en lo que se denominó la Edad Media. Debido a ese proceso, en que la razón se tornó en instrumento explicativo de la realidad, las ciencias naturales tomaron nuevos impulsos y muchos de sus mecanismos de análisis comenzaron a ser usados en el estudio de la sociedad. Pasado el tiempo, unas de las disciplinas académicas que fueron transformadas por esa realidad, fueron las que luego recibieron el nombre de “ciencias sociales”, dentro de las cuales está la Historia.

Poco a poco el objetivo de la Historia pasó de ser una disciplina que  simplemente se ocupaba de narrar los hechos del pasado,  a buscar las razones explicativas de éstos en el contexto social en que sucedían. Así, ya no bastaba con exponer un hecho histórico pura y simple sin estudiar el contexto socio-económico y político en que se desarrolló. Así, analizar lo que ocurrió el 4 de julio de 1776 simplemente narrando los hechos que realizaron los hombres que lo impulsaron, sin tomar en cuenta el contexto que moldeó la vida social y económica de éstos y cómo esa realidad influyó en sus ideas de gobierno, no contribuye a comprender en su totalidad el hecho. Dejar a un lado la realidad de que Washington, Jefferson y otros de los hombres que impulsaron el movimiento de independencia fueran esclavistas, no obedece a la verdad histórica del hecho. Desconocer esta realidad no contribuye al entendimiento cabal del proceso seguido una vez declarada la independencia. Reconocer el hecho de que la estructura política post independencia dejara vigente la existencia de la esclavitud, marginara al hombre de color, no reconociera los derechos políticos de la mujer y atribuyera el voto a la posesión de propiedad, no es una cuestión que se debe  dejar a un lado porque represente una “mancha a los héroes de la independencia,” y porque es una conspiración de la “izquierda política”, como falsamente argumenta el Presidente Trump. La desigualdad económica y el prejuicio racial fueron dos realidades que marcaron el nacimiento del estado americano y no puede atribuirse  que eso sea un invento de la izquierda, ni cosa por el estilo.  Por lo contrario, el que quiere cambiar la realidad con elementos fantasiosos y fuera de la verdad histórica es el Presidente.  En la próxima entrega volveremos sobre el hecho.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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