Por Ramón Peralta
Aunque todavía estamos en lo que podría llamarse la resaca electoral, debido a que el Presidente Trump se ha resistido en reconocer su derrota, es interesante echar un vistazo en qué medida se tomaron en cuenta aquellas políticas que tienen que ver con la suerte de los sectores pobres de esta tan aclamada democracia americana.
La ruidosa campaña a la que se acude cada 4 años, y donde se lanzan al aire muchas proclamas para hacer creer a las mayorías de que la democracia es el gobierno que sirve a sus propósitos, llegó a su término para volver a la rutina diaria y los políticos sentarse en sus poltronas y echar al olvido aquellas cosas que prometieron, sobre todo las que tienen que ver con los sectores mas necesitados de la nación y que componen la mayoría.
Después de la algarabía de mas de un año, que esta vez ni siquiera la detuvo la terrible pandemia, que se ha llevado las vidas de miles de norteamericanos y que ha puesto en apuros económicos a otros millones mas, no se volverán a poner las mismas energías y atención para realinear el corrupto sistema económico para hacerlo mas justo y mas equilibrado, de manera que no persista la desigualdad que hasta ahora ha existido y que desacertadamente beneficia a una pequeña minoría, que a contrapelo de la mayoría se hace mas rica y poderosa. No es un secreto, que aún en medio de la terrible pandemia, los poderosos del dinero han aumentado sus arcas, que se mantienen intocables mientras otros se hunden en la miseria y sin la esperanza de que el sistema político dé las respuestas adecuadas a sus problemas.
Durante la pasada campaña electoral no se escuchó a ninguno de los candidatos trazar las políticas de los cambios radicales que necesita el sistema. Solo se lanzaron tibias respuestas que por años se vienen repitiendo y que no responden a los cambios que se necesitan.
En ese sentido, no hay esperanza de que los movimientos sindicales, auténticos movilizadores de los derechos de los trabajadores, se les permita levantarse y volver a constituirse en el contrapeso necesario para forzar a las grandes corporaciones a ajustarse a políticas salariales mas justas y contribuir al establecimiento de medidas laborales que respondan a las necesidades del trabajador, sobre todo aquellas concernientes a los programas de salud, recesos para atender urgencias médicas familiares y por supuesto, salarios mas justos. Por años se ha estado hablando de aumentar el salario mínimo pero solo se ha hecho parcialmente y no respondiendo al nivel que debería ser. No se implementan políticas serias para abrir las puertas de la educación superior a los estudiantes pobres, que solo cuando se embarcan en onerosas deudas pueden alcanzar la meta de obtener una carrera profesional y por tanto cambiar su status económico.
En otras palabras, el sistema socio-político ha permanecido estancado por años, sin que haya un indicio de cambio. Solo se habla de pálidas reformas y esto se debe, a que los partidos que controlan el sistema político siguen afianzados en complacer los sectores ricos que los soportan. Por otro lado, el rígido sistema partidario impide el surgimiento de una tercera fuerza capaz de traer cambios y ser un elemento de equilibrio en el sistema de gobierno y que pueda propulsar las reformas en beneficios de las masas pobres. Mientras tanto, la democracia sigue su curso: una minoría que sirviéndose de los políticos se hace mas rica, y otra gran mayoría abandonada al destino de la pobreza. Los pobres seguirán arrastrando la pobreza y los ricos aumentando su capital bajo el sistema político que los protege.
