Por Ramón Peralta
Recientemente la Suprema Corte de Estados Unidos decidió mayoritariamente, 8-1, excluir a los puertorriqueños de un programa federal que provee ayuda a personas mayores, ciegos y con discapacidad física, denominado “Suplemental Security Income”. El único voto disidente fue el de la jueza Sonia Sotomayor, que precisamente es hija de padres puertorriqueños y que expresó en su acto de disensión: “Según mi punto de vista, no se justifica que el Congreso trate ciudadanos necesitados que viven en territorio americano de una manera diferente a otros…” Numerosos puertorriqueños han considerado la decisión como un claro acto de discriminación contra su población, ya que, ellos son considerados ciudadanos norteamericanos.
Esta no es la primera vez que en fecha reciente se produce ese acto de considerar los ciudadanos puertorriqueños como de segunda clase por parte de autoridades norteamericanas. Hay que recordar cuando sucedió el ciclón María, que devastó a Puerto Rico y que el presidente Trump al presentarse a la isla para proveer “ayuda”, lo que hizo de una forma despectiva y burlona fue lanzar rollos de papel de manos a un grupo de ciudadanos boricuas como si eso era lo que necesitaban de ayuda. Algunos puertorriqueños condenaron la acción como otro acto de desprecio a su población.
Estas acciones discriminatorias hacia los puertorriqueños no son nuevas, sino que se vienen repitiendo desde que el gobierno americano asumió el control de la isla como consecuencia de la Guerra Hispanoamericana en 1898. Es decir, que la discriminación es tan vieja como la misma ocupación y así lo reflejan las disposiciones tomadas por las tropas ocupantes desde los primeros días. De acuerdo con Nelson A. Denis en su obra “War against all Puerto Ricans, Revolution and Terror in America colony” dice: “Al siguiente año de la ocupación el New York Times describía a los puertorriqueños como personas ineducadas, cortos de mente, inofensivos, que solo están interesados en el vino, las mujeres, la música y el baile…” Otro importante diario, además de decir que los puertorriqueños carecían de valores morales, añadía: “Todos los puertorriqueños no están nacidos para ser newyorquinos. Ellos son mayormente agricultores crudos, sujetos a congénitas enfermedades tropicales, físicamente inapropiados para el clima nórdico, incapacitados, ineducados, no hablan inglés y casi imposibles de ser asimilados…La percepción nacional fue clara. Los puertorriqueños eran ignorantes, incivilizados, carentes de moral, y profundamente incapaces de regirse por si mismos.” (pg.16-17) Así eran percibidos los puertorriqueños por los ocupantes americanos.
Esas ideas fueron las que sirvieron de base al gobierno ocupante para implementar las políticas a seguir y así diezmar la población puertorriqueña. De esa manera se llevaron a cabo políticas de esterilización a mujeres puertorriqueñas sin su consentimiento y basada en el hecho de que se trataba de una raza inferior y que, por tanto, había que evitar la decadencia de la “puridad” de la sangre anglosajona. Según el autor antes señalado, mas de 20,000 mujeres puertorrriqueñas fueron esterilizadas en una sola ciudad. (pg.34)
Junto a las medidas racistas antes señaladas se llevaron a cabo rudos ataques a la cultura puertorriqueña, como fue la eliminación del uso del idioma español en las escuelas. No hay que olvidar los malos tratos a que fue sometida la población negra de la isla.
Esa política de desprecio hacia la población boricua se ha mantenido con sus altas y sus bajas aún después de Puerto Rico pasar a ser “Estado Libre Asociado”, como lo puso de manifiesto la reciente disposición de la Corte Suprema. Aún así una parte de su población, incluyendo su presente gobernador, siguen insistiendo en solicitar su incorporación a la Unión Americana poniendo en juego la identidad y la dignidad de su pueblo, forjadas en una historia de cientos de años de lucha y trabajo por muchos de sus prominentes hijos. Y como muy bien dijo José Martí, el padre de la patria cubana: “Cuando hay muchos hombres sin honor, siempre habrá otros que llevan consigo mismos el honor de muchos hombres.” Ojalá esto resuene en el corazón de muchos auténticos boricuas, que siempre han querido una patria libre.
